Campaña de Rhelus Imperio 04: Emboscada a la punta de lanza

El príncipe demonio Szerelem dio una última batida de alas mientras posaba su hinchado cuerpo en el suelo. A su lado caía la vendetta imperial a la que le acababa de arrancar una de sus alas. Su cuerpo lleno de pústulas y úlceras ya estaba terminando de sanar las heridas que los cañones láser del escuadrón imperial le habían causado.

El puñetero escuadrón había causado muchísimo daño destruyendo un pedrator y dañando el sarcófago de uno de los dreadnoughts, sin embargo, viendo el panorama de cuerpos de marines por los suelos probablemente pronto podría haber un nuevo ocupante para ese dreadnoughts.

Szerelem se giró hacia el titán Warhound que había llegado solo unos minutos antes, aplastar esa máquina prometía ser un combate interesante pues semejante abominación de metal había sido capaz de aplastar a la triada de Sargan, los arrasadores que acompañaban a los renegados Fuego de la transformación desde poco después de la rebelión en Australon.




El príncipe demonio de Nurgle se elevó en el aire para ir al encuentro del titán cuando vio como los marines que quedaban en pie, dos siendo miembros de sus propios portadores de plaga y una escuadra entera de los renegados de Tzeentch, destrozaban a base de fuego de fusión a la enorme máquina. La explosión hizo caer al suelo a los marines y estuvo a punto de volcar a los Rhinos que seguían en pie. Szerelem tuvo algunos problemas para mantener el vuelo pero aterrizó sin mayor problema al lado de los exterminadores caídos bajo el fuego concentrado de los Leman Russ.

Szerelem admiraba la temeridad de Odsou, el magister de los miembros del capítulo Fuego de la Transformación presentes en el planeta. La emboscada con el Land Raider y los Rhinos había sido perfecta y les había permitido dañar a varios tanques enemigos antes de que causaran estragos sobre las filas del caos. Eso les permitió barrer a su enemigo con cierta facilidad antes de que llegara el titán y las aeronaves de apoyo imperial que sin duda eran los que más daño habían causado. Si desde el principio hubieran estado en la batalla el príncipe no tenía la menor duda de que la balanza podría haberse inclinado fácilmente sobre el bando imperial.

Cuando se fijó en los restos de los exterminadores pudo ver como Odsou aún estaba vivo aunque había perdido un brazo... Seguro que el Primus podría hacer que alguna bendición de Tzeentch lo reemplazara.

Los Legatus que formaban parte de la escolta de Odsou no habían tenido tanta suerte aunque uno aún vivía a duras penas, sin dudas Odsou estaría de acuerdo con él en mandar a semejante guerrero a sustituir al difunto marine del dreadnougth conocido simplemente como el Trastornado.

Los motoristas del Legatus Ondrus habían sido derribados de sus motos que estaban más o menos intactas así que se le ocurrió una idea.

- ¡Sifilus! - gritó al oficial de los guardianes de la muerte que era su asistente - Coge a los supervivientes de tus hombres y requisad esas motos. Quiero que os unáis a apoyar a nuestro hechicero en el asalto a las posiciones Tau, creo que les vendrá bien vuestro apoyo.

- Si, señor - dijo Sifilus - ¡Será divertido cargar al combate con esas motocicletas!

Sifilus y sus marines de plaga se dirigieron a poner a punto sus motos.

- Tú - le dijo a uno de los marines supervivientes del grupo de Odsou - Ayuda a tu magister que no se nos vaya a desangrar.

El marine corrió hacia Odsou dando un rodeo para no acercarse al abotargado cuerpo del príncipe demoníaco, eso hizo sonreír al demonio pues le encantaba el temor de los otros a infectarse.

Andio y sus marines conocidos como pústulas del pecado supervivientes se acercaron a su príncipe. Algunos estaban destrozados por el fuego de los tanques y el titán pero sus cuerpos ya estaban empezando a sanarse.

De pronto se escuchó un enorme estruendo proveniente de la chatarra que era ahora el titán. Todos los supervivientes del caos apuntaron sus bolters y rifles de fusión hacia las ruinas y vieron sorprendidos como la chatarra comenzaba a coger la forma de tres figuras que les eran tremendamente familiares. En apenas unos minutos Rubin, Tanus y Sanoe, la terrible triada de Sargan estaba de nuevo entre ellos.

Szerelem soltó una enorme carcajada y se acercó a la triada.

- Me alegra veros de vuelta - dijo - Os necesitaremos para poner en marcha de nuevo a todos nuestros tanques, meter a un legatus en el Trastornado y sobre todo para asediar la maldita ciudad.

Los tres hermanos asintieron pero como siembre solo Rubin habló.

- Así se hará, príncipe Szerelem

El príncipe y sus hombres caminaron hacia la cima de la colina por detrás del titán caído. Podían visualizar la ciudad que era necesario tomar para poder vencer en ese maldito planeta.

La victoria se había puesto cuesta arriba por el fracaso del ritual de los Portadores de la Palabra ya que el hechicero de Tzeentch que el Primus había enviado no había podido infiltrarse en la ciudad... pero no importaba Szerelem no falló nunca a su Primarca durante la herejía y no lo haría ahora.

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