Nuevos aliados (todo alumno supera al maestro parte 1)

Galvanus estaba en su recién asignada nave insignia, La hija de las estrellas. El crucero era una de las naves más nuevas que poseía la Inquisición. Le había sido dada debido a su enorme poder y por ser alumno del Gran Inquisidor Stefan. Galvanus acababa cumplir 22 años y como regalo había sido nombrado Inquisidor de pleno derecho.

El entrenamiento había sido muy duro, Stefan siempre le ponía a prueba al límite como si quisiera acabar con él. Siempre le adoctrinaba en las virtudes del Imperio y en la adoración del Dios-Emperador. Nunca le creyó. Stefan era un hipócrita estaba marcado por el Dios Tzeentch y usaba el poder del Caos aunque fuera a favor del Imperio. La humanidad era débil y su Emperador solo se mantenía vivo gracias al sacrificio de 1000 almas diarias al trono dorado donde estaba enchufado, como podían llamar Dios a esa criatura patética y moribunda. Galvanus nunca perdió la fe en Tzeentch, es más, cuanto más viajaba con su maestro más claro tenía que el Imperio era patético y solo el Caos podía hacer que la humanidad fuera gloriosa, solo el Caos merecía gobernar el universo y él sería uno de sus generales dentro del Imperio.

Galvanus llegó a la sala de observación, el único gusto y placer que compartía con su maestro. Ver las estrellas y sobre todo ver la disformidad una vez la nave entraba en ella para viajar por el espacio. Allí se sentía unido a su Dios. Galvanus dio orden de que nadie entrara y dos guardias se quedaron vigilando que así fuera.
Cuando apenas llevaban unos instantes desde que entraron en la disformidad, una familiar presencia apareció a su lado. Era Silen, el demonio cuervo.

- Enhorabuena Galvanus - dijo Silen - No solo te han nombrado inquisidor si no que te han dado recursos que otros inquisidores tardan años en conseguir, tener un maestro influyente ayuda, ¿verdad?

Galvanus miró al demonio con desprecio.

- Me lo he ganado con mi poder - dijo - Que mi maestro sea un Gran Inquisidor al frente de esta campaña militar no hace más que acelerar lo que tendría de todas formas en poco tiempo.

- El poder de Tzeentch querrás decir - replicó el demonio.

- El poder de Tzeentch, si - dijo Galvanus girándose hacia el demonio con los ojos en llamas de color morado - Poder que cualquier mente no podría manejar, solo la mía.

El demonio cayó al suelo de rodillas retorciéndose por el dolor.

- Ya no eres superior a mi Heraldo - dijo Galvanus - Para mi solo eres un simple mensajero de mi señor Axtian.

Silen se incorporó mirándole con odio.

- Humano, estoy débil por haber tenido que atravesar los escudos de tu nave y haberme hecho físico aquí dentro - dijo - Pero ten cuidado porque cuando no seas útil para mi señor yo mismo te mataré.

Galvanus se rió a carcajadas.

- Lo que tu digas, mensajero demoníaco - dijo con sorna - ¿Qué quiere Axtian de mi?

- Quiere que vayas a un planeta de camino a tu destino para reunirte con un grupo de marines espaciales que serán tus tropas junto a las que ya te ha asignado la inquisición - respondió a regañadientes Silen - Son los supervivientes del capítulo Guardianes del Cometa, también conocerás a un apostol de los tiempos de la Herejía de Horus.

- Estupendo - fue la respuesta de Galvanus
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El planeta Subian era un lugar un poco árido debido a las forjas que los Tecnosacerdotes de Marte tenían allí. La contaminación era letal para un humano si iba sin protección. Galvanus se sentía incómodo teniendo que llevar el casco de su servoarmadura, a él le gustaba ir con la cara descubierta siempre, incluso en batalla. Iban con él su pelotón leal de corruptas tropas inquisitoriales, ellos estaban tan manchados como él y sabían que no habría redención para ellos por lo que nunca confesarían, al igual que todos los conductores de los chimeras. En total el séquito estaba compuesto por 5 chimeras con una escuadra de guardias inquisitoriales en cada uno y un Land Raider, la joya de todos los regalos recibidos gracias a su maestro Stefan, donde iban él y la escuadra de mando del teniente Anton Filedi.

Llegaron a las coordenadas donde estaban citados y allí les esperaban 5 marines espaciales delante de un rhino y una moticicleta. Cuatro de los marines llevaban las armaduras normales y reglamentarias que usaban los marines de los capítulos del Imperio pero en cambio el que estaba en cabeza llevaba una armadura de diseño antiguo muy ornamentada y llena de runas del caos. Podía distinguir también la simbología de la legión traidora Portadores de la Palabra.

El séquito se detuvo y todos desembarcaron pero solo Galvanus se acercó a los marines.

- Tú debes de ser el Apostol Oscuro Evans - afirmó Galvanus.

- Así es inquisidor - respondió él portador de la palabra - Yo soy el que debe ayudarte a ponerte en la posición en la que puedas servir correctamente a los planes de tu Dios.

- ¿Mi Dios? Querrás decir nuestro Dios...

- Humano - interrumpió Evans - Yo adoro a todos los dioses del Caos, aunque desde hace unos años por orden de mi señor trabajo especificamente para el Señor de la Transformación Axtian y por tanto para Tzeentch.

- Entiendo - dijo Galvanus - Supongo que esos marines son los miembros del capítulo Guardianes del Cometa, ¿no?

- Así es - respondió Evans - Son completamente leales al Caos pero la mayoría aún está libre de la marca del caos así que pueden seguir infiltrados en el Imperio, conforme pasan a adorar más al Caos o a algún Dios y son marcados los pongo a trabajar para mi lejos de los ojos del Imperio, pero mientras te servirán bien.

- Me imagino que debería avisarte si alguno sufre mutaciones...

- No - dijo Evans - Los capellanes y bibliotecarios de su capítulo se encargarán de eso. Tú y yo no debemos tener más contacto que el estrictamente necesario. Es vital que permanezcas lo más limpio posible si se descubriera la corrupción del capítulo.

- Bien - afirmó Galvanus con los ojos brillando de alegría por tener a marines sirviéndole - Preséntame a mis tropas.

- A tus aliados, Galvanus - le corrigió Evans - No te consideres mejor que ellos.

Galvanus torció la boca y Evans añadió.

- Aunque te consideres mejor que nosotros - dijo - Será mejor que no sepamos que piensas eso... por tu bien.

Galvanus asintió.

Evans y Galvanus caminaron hacia los 4 marines de armadura color fuego.

- Inquisidor Galvanus te presento a tus nuevos aliados - dijo Evans - Estos son: el Señor del Capítulo Aaron, el bibliotecario jefe Ciro, el capellán castigador Edith y el capitán de la segunda compañía Fulvio.

Galvanus se tomó unos instantes en examinar a los cuatro marines. Aaron llevaba su larga melena pelirroja sujeta por una coleta, sus rasgos eran duros, el ojo izquierdo era un implante biónico y Galvanus tuvo la impresión de que no era la única parte artificial, el otro ojo era verde y brillaba con malicia; Ciro era quizás el más pequeño de los 4 aunque superando ampliamente los dos metros, sus pelo estaba rapado corto y era de color blanco, sus ojos eran grises y estaban como apagados, Galvanus comprendió que era ciego pero que no necesitaba sus ojos para ver; Edith era el más extraño de los 4, llevaba su cabeza rapada completamente y su rostro tatuados de color fuego como su armadura, sus ojos azules contrastaban enormemente con este color y ardían con el celo de la fe, aunque Galvanus tenía claro que no en el Emperador; el que parecía un marine más como otro cualquiera era Fulvio, su pelo también era pelirrojo pero lo llevaba casi tan corto como el bibliotecario, viéndoles entedía porque esos marines podían seguir infiltrados en el Imperio.

- Es un placer y un honor tener la ocasión de colaborar con vosotros - dijo Galvanus cortesmente pues sabía cuanto disfrutaban los marines de ser alavados como dioses - Espero que nuestra colaboración traiga enormes éxitos al todopoderoso Tzeentch.

- El placer será mutuo si demuestras el potencial que asegura el Apóstol - respondió Aaron con una leve inclinación de cabeza.
CONTINUARÁ...

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